Huerto de Jernej en Getafe

Venía ya comiendo las acelgas, calabazas y otras verduras de temporada que Jernej trae regularme a Biolíbere y sentía que podía ser de interés para todas y todos conocer el proyecto que hay detrás de los alimentos más cercanos que llegan a Biolíbere, iniciado por Jernej hace escasamente dos años.

La belleza puede tomar muchas formas en este planeta, aunque siento que hay pocas formas más sublimes como el jardín comestible al que ha dado lugar Jernej en su interacción con las plantas y el conjunto de seres vivos que las acompañan.

Era una mañana de finales de otoño y me aventuré con mi bici desde Las Margaritas hasta el lugar donde Jernej ha ido desarrollando su proyecto desde hace más de dos años. Después de pedalear durante varios minutos por las largas rectas del polígono industrial, llegué al lugar que me había indicado Jernej, cercano al Cerro de los Ángeles. Cuando mi mirada alcanzó el espacio quedé asombrado por la expresión de vitalidad de la tierra que el terreno trabajado por Jernej ya proyectaba desde lejos. Ya paseando por el terreno, poco a poco iba sintiendo como los colores, aromas y las palabras de Jernej explicándome el proyecto me hacían conectar con un universo vivo de interacciones, palpitante y en constante cambio.

Jernej me explicó cuál era el estado del terreno antes de comenzar el proyecto poniéndome como ejemplo uno de los suelos de los alrededores, completamente estéril a simple vista. Para Jernej, el hecho de poner en práctica una relación con el mundo vivo basada en la interdependencia y en generar el equilibrio en el ecosistema es una fuente de motivación y esperanza, tanto para su proyecto como las posibilidades de educar a nuevas generaciones en esta realidad interconectada a través de algo tan práctico como es “cuidar la tierra” y crear belleza experimentando, al mismo tiempo que se responde a una necesidad básica humana como es la alimentación sana. A través de su práctica, Jernej siente que naturaleza y agricultura son sinónimos.

Estado del terreno antes del inicio del proyecto y dos años después

La creatividad y la experimentación son elementos centrales en el proyecto de Jernej, tomando forma en lo que comenzó como un deseo de crear belleza y sentirse próximo a la naturaleza en un mar de edificios y asfalto. Esta idea inicial de crear un jardín vegetal acabó llevándolo a expandir el proyecto y entablar conexiones con personas interesadas en el consumo de alimentos ecológicos de Km 0.

Os invito ahora a un pequeño ejercicio: Tomad un momento para imaginar estos terrenos que veis en la siguiente imagen (muy cercanos a Biolíbere) después de un proceso de recuperación y regeneración con la misma vida que tiene el espacio de Jernej.

Parece que el futuro está en nuestras manos, en nuestras manos en un sentido literal: en la capacidad de volver a tocar la tierra a diario o al menos sentirla más cerca y poder experimentarla a través de los cinco sentidos. Dadas las dificultades estructurales para que los jardines comestibles y huertos comunitarios vayan tomando el espacio necesario y facilitar la participación en ellos, un apoyo institucional adecuado puede hacer florecer estas iniciativas, facilitando el acceso a terrenos y lugares de encuentro para generar redes territorializadas de alimento y belleza en la interacción con la vida.

El cambio cultural que necesitamos viene de lo material, de nuestra relación cotidiana con el sustento básico, y no hay nada más efectivo para cambiar los imaginarios colectivos que tener un contacto directo con prácticas que encarnan relaciones de reciprocidad e interdependencia entre personas y con el conjunto del mundo vivo. Hay todo un tejido por construir en el mundo urbano: centros público-comunitarios de formación en permacultura y agroecología, supermercados cooperativos donde Biolibere marca el camino a seguir, restaurantes agroecológicos siendo El Fogón Verde en Madrid un claro ejemplo, y huertos comunitarios como Plántate, que es una realidad en Getafe.

Quiero cerrar este artículo agradeciendo a Jernej su dedicación y su amabilidad en el proceso de conocer más a fondo su proyecto.

“La percepción se convierte así en un bien común co-creativo que integra a un sujeto preocupado por el cuidado de sí mismo y de su entorno, que se imaginan, nutren y emergen mutuamente… los sujetos y el entorno se imaginan, se nutren y engendran mutuamente” (Andreas Weber, Vivificar. Una Poética para el Antropoceno, 2022).