
Mi abuelo, un hombre sencillo y sabio, aguador y agricultor de sonrisa generosa, tenía la
costumbre de hablar en refranes. El pasado sábado, 15 de marzo, me vinieron a la memoria
algunos de sus dichos favoritos: “El movimiento se demuestra andando”, “Más vale práctica
que gramática” o “El que no arriesga, no cruza”. Y es que esas frases parecían cobrar vida en
una jornada que nos recordó que el cambio no solo se piensa, sino que se vive y se practica.
En el Centro Cívico de La Alhóndiga, en Getafe, tuvo lugar una celebración especial organizada
por Biolíbere, con el respaldo del Ayuntamiento. Con motivo del Día Mundial de los Derechos
del Consumidor, se puso el foco en el consumo responsable y la alimentación agroecológica,
dos pilares fundamentales para transformar nuestra relación con el planeta y con quienes lo
habitamos. La lluvia que había marcado la semana dio paso a un sol radiante, como si la
naturaleza misma nos acompañara en este acto de reivindicación y esperanza.
Sembrando comunidad: una jornada para recordar
La jornada fue un éxito rotundo. Entre los asistentes, se leyó el Manifiesto por un Consumo
responsable (redactado por Biolíbere), se mostró el proyecto Sustento, para promover el
consumo de producto agroecológico en el sur de Madrid, las bondades de nuestro
supermercado cooperativo y su apuesta por formas alternativas de consumo y producción
sostenible. También estuvieron presentes productores locales como Jernej, representantes de
La Corriente, sociedad cooperativa eléctrica madrileña, así como miembros de la Escuela de
Activismo Económico, quienes compartieron su entusiasmo y compromiso regalándonos un
Recetario Saludable lleno de propuestas deliciosas y conscientes.
El evento alcanzó su punto álgido con una mesa redonda en la que participaron referentes
como Ángel Calle (Ecojerte), Inma de la Llave (Panakós) y Chema Pérez (La Labranza
Toledana). Moderados por Iria y Álvaro, cooperativistas de Biolíbere, los ponentes desgranaron
las claves de la agroecología y cómo nuestras decisiones como consumidores pueden ser un
motor de cambio. Entre charla y charla, los asistentes disfrutaron de productos locales:
naranjas y mandarinas de Biovalle, aceite cornicabra “UmbríaOretana”, nueces del Valle de
Tabilla y quesos veganos elaborados por Quevana. Todo un festín agroecológico que demostró
que consumir responsablemente no solo es posible, sino también delicioso.
La agroecología: más allá de una etiqueta
Inma de Panakós nos recordó algo esencial: lo auténtico no necesita adornos. Su pan
artesanal, hecho solo con harina molida a la piedra, agua y sal, representa una resistencia
frente a una industria alimentaria que llama pan a cualquier cosa. Sin embargo, denunció la
paradoja actual: lo genuino debe pagar certificaciones ecológicas para demostrar su
autenticidad.
Por su parte, Ángel Calle destacó cómo lo agroecológico no solo recupera sabores auténticos,
sino también salud y tejido social. Habló del impacto positivo de proyectos como Ecojerte en la
ganadería extensiva, el manejo sostenible del territorio y la lucha contra la desertificación.
Además, mencionó estudios que demuestran cómo sus cerezas tienen mejores propiedades
gracias a prácticas agrícolas respetuosas con el suelo.
Chema Pérez nos mostró cómo la agroecología no es una moda sino la única alternativa para
mantener el olivar tradicional, un cultivo adaptado a la zona que fomenta diversidad de flora y
por ello, de fauna y nos habló de prácticas de los agrosistemas que buscan el equilibrio con
abonos orgánicos, compost, estiércol, algas y plantas que garantizan cosechas sostenibles y
de calidad y cómo cada vez más las personas demandan la analítica del aceite con buena
cantidad de polifenoles o antioxidantes, logrados por la singularidad de su forma de producir.
Consumo responsable: las 3C para transformar el sistema
En el debate también se abordó un concepto clave: la “convencionalización” del producto
ecológico. Como explican Isabel Álvarez Vispo y Ángel Calle Collado en Territorios que
alimentan, muchos productos etiquetados como «eco» no respetan los principios básicos de la
agroecología.
Frente a esto, se propuso fomentar las 3C:
● Cuidado: Elegir productos que respeten a las personas y al medio ambiente.
● Cooperación: Apostar por proyectos locales y comunitarios.
● Cultivo social: Reconstruir vínculos entre productores y consumidores.
Inma de la Calle subrayó que mantener la vida en los barrios es esencial para este cambio. No
es lo mismo encontrar una frutería, una ferretería u otros comercios cuando sales a la calle,que
enfrentarse a franquicias impersonales y “maletas con ruedas”. Ángel Calle añadió que
consumir productos agroecológicos implica apoyar condiciones laborales dignas y prácticas
sostenibles frente a dinámicas industriales destructivas y Chema Pérez recordó cómo el
consumidor de productos ecológicos no es quien tiene mayor poder adquisitivo sino quien tiene
un nivel cultural, no asociado a lo académico, sino a la sensibilidad con su salud y el medio
ambiente.
Celebrar para transformar
La jornada terminó con espíritu colaborativo: desmontamos mesas y carpas para dejar todo
impecable (¡gracias Mar por tu paciencia!) antes de dirigirnos a comer juntos en la Casa
Regional de Extremadura. Allí brindamos por más encuentros como este, donde cada decisión
cotidiana nos acerca al mundo sostenible que queremos construir. Y claro está, también
brindamos por la larga vida de Biolíbere, nuestro supermercado cooperativo.
¿Te animas a sumarte? Porque conquistar la alegría también significa compartirla… ¡y actuar!